w a l k o n e a r t h es el lugar donde desahogo mi conciencia y aplasto mis frustaciones. También lo hago en otros lugares, pero me pagan por ello...



jueves, 2 de diciembre de 2010

EL EXORCISMO 107 ( I )


(C)DE LAS IMAGENES ALFONS RODRÍGUEZ/PROHIBIDO SU USO/DO NOT USE.

Ocurrió en Marruecos, hace apenas cinco días. El reloj marcaba algo más de las dos de la tarde de allí.
La sala era una sala normal, sin atmósfera, y yo entre allí convencido de que un exorcismo no era algo en lo que creer. Entre sin una predisposición positiva. Sin esperanza de obtener algo auténtico. Los espíritus malignos, los djinn del mundo islámico o africano, no son algo en lo que uno puede depositar su credibilidad. Ni estos, ni los nuestros. No es algo en que se pueda creer, digo yo. Aunque como nadie ha demostrado que no existen en realidad en la mente de algunos, enfermos o cuerdos, tal vez  creer o no creer no es una cuestión de que sea real o no.
Voy a omitir nombres reales y direcciones específicas, por el momento y en Internet, pero cuento con el beneplácito de las personas que aparecen fotografiadas y por eso las publicaré en  este blog. Cuento incluso con un permiso escrito.
Pero, volvamos a lo que íbamos.
El exorcista que nos vendía William Friedkin o el que nos imaginábamos leyendo a William Peter Blatty tenía poco que ver con la de este herbolario humilde, empezando por la religión de uno y de otro: opuesta de forma ridícula pues profesan fe en el mismo Dios y tan sólo las diferencian interpretaciones banales y hombres de carne y hueso banales. Este era un hombre tranquilo y poca cosa, o lo parecía, al que no le confiarías, a simple vista, que te sacara de dentro a un espíritu. Y mucho menos 114. Entre buenos y malos.
La mujer entro en la sala de forma tímida y parsimoniosa. Salam Aleikum, Aleikum Salam…
Tomó asiento sobre los cojines y apoyó la espalda en la pared, justo al lado se sentó él, con la mesita baja muy cercana y una botella de agua con hojas de menta. Junto a ella, a la izquierda, tomaron asiento dos mujeres más y un niño de unos dos años de edad, en brazos de una de ellas. El pequeño no tardó en dormirse. Yo preparé la cámara con una tarjeta vacía de 4 Gb. No pensaba tomar más de 200 fotos, pues tampoco esperaba giros de 360º de cabeza, vómitos de color verde viscosos o paseos por el techo de la sala. Tampoco esperaba gritos, ni voces roncas, ni insultos…
Pero claro, tampoco esperaba lo que ocurrió después…
Me senté justo enfrente, a poco más de un metro de distancia de ambos. Exorcista y poseída.
Y esperé.
(Continuará…)