w a l k o n e a r t h es el lugar donde desahogo mi conciencia y aplasto mis frustaciones. También lo hago en otros lugares, pero me pagan por ello...



miércoles, 29 de diciembre de 2010

FRANCISCO DE GOYA Y LUCIENTES: ¿PRIMER FOTOPERIODISTA?

Los Desastres de la Guerra, Francisco de Goya y Lucientes
 
¿O debería decir Pictio-periodista?
Fuendetodos, el pequeño municipio zaragozano, lo sufren y disfrutan unos 170 seres humanos que son los que lo habitan, más o menos, de forma constante. Supongo que casi todos maños. O mañicos.
Otro montón, mucho más numeroso, lo disfruta solamente.  O espero que para la mayoría así sea pues pasan por allí de visita breve y no hay muchas oportunidades de padecerlo. Como fue mi caso.
Pero a lo que vamos. Tecleo estas líneas a modo de homenaje personal y humilde a aquel que de sopetón se me apareció el otro día como uno de los primeros reporteros gráficos, que yo tenga constancia, de la Historia. Me refiero en cuanto a denuncia social y documentalismo,  que además ostente nombre y apellidos,  no un cromañón cualquiera dibujando gacelas y congéneres con lanza, es decir “documentando un día de caza en Europa Central” o donde habitaran los cromañones. Me refiero a Francisco de Goya y Lucientes.
Goya (a partir de ahora abreviaré para ahorrar tecleos míos y tiempo vuestro) no necesita presentación. Pero tal vez a algunos se os escape su completa colección de grabados sobre la Guerra de la Independencia. Alucinante. Entre Nachtwey y Capa vaya. El homenajeado nació en este pequeño pueblo un día de marzo de 1746, el 30. La casa donde vino al mundo se ha restaurado y supone una visita breve pero curiosa. Seguro que podría dar más de sí, pero ya se sabe, mejor ahorrar en cultura y memoria que no en armamento y sueldos gubernamentales. O de los controladores. El lugar donde me encontré con ese híbrido entre  Cartier-Bresson y Centelles fue un poco más allá, en la calle Zuloaga número 3. Donde se emplaza el Museo del Grabado desde su creación, en 1989.
Goya trabajó los grabados para producción propia, como hacemos hoy día la mayoría de fotoperiodistas freelance. Ese matiz provocó que proyectara lo que vivía con plena naturalidad, libertad y a la vez subjetividad. Nadie le pagaba por un encargo. Nadie le decía como debía hacer o interpretar aquello o lo otro. Sobre todo en lo que se refiere a los desastres de la guerra. Los Desastres de la Guerra, con mayúsculas.
Y de esta etapa es de la que me gustaría hablar aquí y ahora.
Durante 5 años, entre 1810 y 1815, creó 82 grabados con la técnica del aguafuerte, aguatinta, buril y punta seca. Sus grabados resultan una suerte de fotogramas de “instante preciso” en los que se puede leer, en los que él narra, documenta y denuncia las atrocidades de la Guerra de la Independencia. Seres humanos anónimos que padecen las barbaridades de una guerra que es como todas las guerras. Las de ayer y las de hoy. Son sobre todo civiles, mujeres y niños, los que sufren la violencia y la crueldad del conflicto. Igual que hoy en Irak, Afganistán, Congo o Sri Lanka. Siempre son los mismos. Son escenas cargadas de vida y de muerte, que si sabes entenderlas y observarlas no dicen menos que una fotografía tomada con una cámara digital de última generación. Y como el buen fotoperiodista en una foto, Goya condensa en un grabado, sintetiza vaya, un aspecto de aquella guerra.
Y su cobertura informativa no acaba con el conflicto.
Trató con rigurosidad diferentes aspectos de su época y de su vida. Los Caprichos fueron una crítica a los vicios y malas costumbres de aquellos años, educación, prostitución, Inquisición…
Dedicó también un tiempo a cubrir uno de sus temas favoritos: los toros, con su serie La Tauromaquia. Por fin, entre los años 1816 y 1824, tras la guerra, ideó y plasmó sobre papel la colección Los Disparates, cargada de subjetividad, oscurantismo y drama. Quizá ya influenciado por las degeneraciones que había vivido durante la guerra. A mí, en particular, esta etapa me recuerda a Kevin Carter. También criticó sin tapujos el reinado de Fernando VII, aquel mequetrefe cruel e inculto, que hizo del absolutismo la longeva lacra de este país.
No se puede negar que los paralelismos con la labor periodística, o mejor, fotoperiodística, son evidentes. Claro que no llevaba una cámara o un chaleco anti-balas, por supuesto que no revelaba película  Kodak  o utilizaba Photoshop, pero qué duda cabe que lo esencial, es decir mirar con el corazón y la mente, lo hacía como cualquier fotoperiodista de hoy. Es más, yo añadiría que incluso mejor: en mi caso las mejores imágenes, los momentos claves de una situación suelen escaparse en multitud de ocasiones, es mí búsqueda continua. No sólo la luz si no el momento preciso. A él no le acuciaba esa angustia, le bastaba con grabar en su memoria el momento y luego, en su estudio, plasmarlo sobre un papel con toda la rigurosidad subjetiva que se merecían aquellas víctimas inocentes o los hijos de puta de sus verdugos.
Que grande fue Goya. El primer World Press Photo de la Historia le hubiera dado yo.