w a l k o n e a r t h es el lugar donde desahogo mi conciencia y aplasto mis frustaciones. También lo hago en otros lugares, pero me pagan por ello...



jueves, 24 de marzo de 2011

75, UN NÚMERO REDONDO COMO EL PLANETA.


 Escocia, Islas Orcadas. Una larga carretera que se pierde en el horizonte. Eso es la vida y eso es viajar.

(C)DE LAS IMAGENES ALFONS RODRÍGUEZ/PROHIBIDO SU USO/DO NOT USE.


Hace más de 27 años, cuando, con apenas 16 años, me fui con unos amigos a Alemania, no podía ni imaginar como iba a cambiar mi vida aquel viaje.
Después y hasta el día de hoy no he podido detener esa ansiedad de viajar. Ni ganas. Seguiré así hasta el último viaje, que como decía Machado será ligero de equipaje. Hasta que la palme vaya.  Que si algo es certero es eso: el último viaje. Billete de ida y punto, como acostumbran los buenos viajeros. Dicen.
En estos días que corren en el taco del calendario he cumplido 75 países. O Estados o como quieran llamarlos los señores de las Naciones Unidas. Por hacerlo oficial. Viajes he realizado muchos más y de naciones, pueblos y culturas ni les cuento. Digan lo que digan los de las fronteras y los visados. Si hubiera podido llevar en mi mochila una goma de borrar fronteras, ni les cuento el destrozo que hubiera montado por ahí. Entre foto y foto.
Antes de continuar les anoto, aunque no lo pidan, que no colecciono países. No me malinterpreten, que no soy de esos. Por ello no cuento ni los aeropuertos, ni los tránsitos, ni esas milongas que otros si ponen en el atillo. Tampoco cuento las repeticiones de jugada, que se suman ya por docenas. Yo prefiero vivir la vida como me gusta: viajando y sin llevar las cuentas. Hasta ahora, como es evidente. Y es que un día es un día.
Tampoco hubiera escrito esto si no es por el empujón de buen rollo que me dio una amiga, editora gráfica ella y que muchos de ustedes conocerán sin duda. Me dijo un día: 75! Eso hay que celebrarlo!. Y aquí estoy, celebrando. Gracias MR.

Son  más de 120 viajes a 75 países diferentes y alguna nación de aquellas no reconocidas. Cuando acabe este 2011 pasaré de los 80 si todo sigue su curso como está previsto. Nunca he buscado Record Guiness de esos, ni lo haré. Hay gente que ha viajado mucho más que yo. Es evidente. Aunque si hay una cosa que me apunto con orgullo: todo lo aprendido. Por supuesto, seguro que tampoco soy el único que se apunta el tanto.

UNA COSA LLEVA A LA OTRA.
Viajar,  mirar, ver, observar. El virus se hace fuerte. Ya no hay cura posible y una cosa que lleva a la otra. Yo voy para después venir. Tiene sentido lo remoto, exótico y lejano por que en mi vida existe lo cercano y cotidiano. Igual vale una cosa que la otra.
Hubo un día, que ya no recuerdo (no por viejo si no por acumulación de recuerdos, no me sean ladinos ni marrulleros), en que decidí que iría, para después volver y explicarlo. Todo, lo bueno y lo malo. Y entonces voy y me hago reportero, o fotógrafo, o fotoperiodista o como quiera que se llame esta profesión. Maldición y bendición al mismo tiempo. Profesionalicé el hecho de viajar y explicar lo vivido en aquel transcurso. Un viaje único que es la vida. Ese es el viaje verdadero y cada cual decide recorrerlo como le place. Faltaría más.
Me voy más por las ramas que un mirlo detrás de la mirla. Les decía que me profesionalizo. Y que lo hago a mi manera porque no hay otra manera. Para mi, claro está. Yo veo cosas y después las cuento. Miro, veo, observo y fotografío, escribo. Noto que ya no hay diferencia entre una cosa y otra. Viajar y fotografiar, escribir. No hay diferencia entre viajar y vivir. O existir.
Lo bueno y lo malo. Esa es la otra cuestión. Una cosa sin la otra no tienen sentido. Por desgracia. Cosas buenas que me hacen más ligero y cosas malas que cargan mi espalda y mi equipaje con desesperanza y desaliento. Que lo hacen más pesado.

Y aquí vienen las batallitas del abuelo (que dice la frase, no me vuelvan a ser cucos y pérfidos que les veo venir).
He vivido de todos los colores, sabores y olores. Guerras, enfermedades, desesperación, alegría, diversión y esperanza. Personajes alucinantes en ocasiones y tediosos de cojones en otras. Vudú, religión, exorcismos, tristeza, llanto y risas. Prosa y poesía. Trenes, barcos, aviones, helicópteros, burros, caballos, a pie, he perdido la cuenta. Locos, cuerdos, hombres de estado, asesinos, mendigos y multimillonarios. He dormido en parques, azoteas y en los mejores hoteles del mundo. Lugares bellísimos y tierras devastadas. Y no he vivido casi nada.
Todo está por venir, si es que me alcanza, que lo dudo. La vida se hace corta, amigos, si uno se decide a vivirla viajando. Pero intensa. Yo ya hice mi elección.  Resignación y a verlas venir. Mi búsqueda puede haber acabado, pero no mi viaje. Toda una carrera, llena de asignaturas y exámenes. Donde unas veces saqué buenas notas y  otras, suspendí.
En este transcurrir, en el que en ocasiones fui solo y a veces acompañado, también he aprendido a diferenciar a las personas. Magníficas, entrañables e inolvidables a veces. Imbéciles,  crueles y gilipollas otras. Pero siempre ilustradoras. Referencias en las que fijarse para parecerse o para diferenciarse.
He aprendido a tener miedo. Un escudo infalible e inteligente que desarrollas con el tiempo y que se agudiza con la experiencia. Miedo a los demás y miedo por los demás. Nunca de ti mismo. De tus decisiones.
Ese escudo y  mi equipaje bien surtido. Ahí está la clave. Para cuando el camino se hace sinuoso y oscuro, utilizo la luz que despeja las sombras y dudas: son mis otras 2/3 partes. Uno, joven y con todo el mundo por delante, con todo por aprender. Se llama David y es mi hijo, mi continuación. El sabe que para cuando se gasten unas botas deberá tener otras preparadas. Otra, ya no necesita consejos. Sabe y  mucho. Más que yo. Es Yolanda, y no parará nunca. Conmigo hasta el último viaje.

Y ahora a por otros 75.

Sudán del Sur, ciudad de Juba,  24 de Marzo de 2011.

miércoles, 23 de marzo de 2011

CRÓNICAS AFRICANAS. CAPITULO 10 Y ÚLTIMO: CONCLUSIONES DE UN REPORTERO.



(C)DE LAS IMAGENES ALFONS RODRÍGUEZ/PROHIBIDO SU USO/DO NOT USE.
Contemplar Juba, desde el cielo, es como observar el firmamento estrellado. El sol crea puntos de luz intensos en los tejados de zinc, que parecen astros brillando en un cielo gris oscuro. Sol y nubes. Empieza la estación de lluvias. El Cessna de MSF que me devuelve a la capital, bota violentamente entre nubes y aguaceros. Pero James Vernon, el piloto keniata, alcanza la pista de aterrizaje con la suavidad de quién masajea la espalda de un hijo.
Atrás quedan muchas cosas. Desde Chad han pasado cinco semanas pero parecen años. El calor convierte los recuerdos en lejanas sensaciones  imprecisas.
Regreso a Juba con la certeza y la duda. Todo en mi mochila. En mis fotos. En mi mente. Personas tristes, desgraciadas, impotentes unas. Otras ilusionadas, esperanzadas, aferradas al futuro. Con las armas todavía en sus manos.
África no engaña nunca, es impredecible pero no engaña. Es natural, cruda, honesta con la vida y la muerte. Ni falsea ni aparenta.
Sudán del Sur, la joven y vieja nación, es un territorio vasto –imaginen antes de la partición como era- vacío y árido. Cuando lo recorrí por tierra era imperturbable y monótono. Cuando lo hice por aire era sórdido y surrealista. Pequeñas aldeas, en ocasiones media docena de lukus –casas tradicionales- se vislumbraban entre la canícula y el polvo. En medio de la nada absoluta. No se entiende como se puede llegar a vivir en esas condiciones tan extremas. O si.
Nadie en este país ha tenido una oportunidad de verdad. O sólo un puñado entre millones de seres merecedores de una. A algunos de ellos, con sus entornos y contextos, los voy a llevar hasta ustedes. Será un ejercicio de dignidad y de toma de conciencia. Lo será para mí y espero que para todos aquellos que contemplen dichas imágenes en el futuro.
Este proyecto acaba de comenzar. El camino es largo y el mundo grande. Hará falta esfuerzo y tesón. Intentaré poner de mi parte todo lo posible. América y Asia están todavía lejos. Pero no inalcanzables.
Sólo una persona – un joven adolescente- me negó la posibilidad de tomarle una foto en Sudán del Sur. Era un retornado del norte, en Wau. A él le doy las gracias por reflejar la integridad de una nación. A los demás se las doy por representar las ganas de mostrar al mundo quien son y como viven aquellos que no tuvieron la oportunidad de algo mejor.

Mentiría si os dijera que todo ha ido bien. En un viaje así se cometen errores. Es demasiada presión y confusión –la confusão que decía Kapuscinski en su obra “Un día más con vida”-, y para entenderlo hay que venir a África. Impredecible, les escribía hace unas líneas.
El Tercer Jinete, con su caballo negro, hace tiempo que cabalga. Es  responsabilidad de todos hacer que deje de hacerlo.  De lo contrario el Apocalipsis no estará lejos. Es realismo no pesimismo.
Cómo ven, poco o nada les he hablado en mis crónicas de fotografía. Esto va más allá. La fotografía es la alegoría física de las emociones, sentimientos y sensaciones que se experimentan en un camino como el que yo he decido tomar. Deseo que todos y cada uno de ustedes tome el suyo; el que elija y decida. Sólo les pediría un pequeño favor. Un favor que nos beneficiaría a todos: no olviden que muchos no pueden elegir camino, les viene impuesto. Por ley de vida.
Volveré a toparme  con el Tercer Jinete, pero eso será en otro tiempo y en otro lugar.
Gracias por haberme seguido en la distancia.

Juba, 23 de Marzo de 2011.

domingo, 20 de marzo de 2011

CRÓNICAS AFRICANAS. CAPITULO 9: MALDITO EL QUE LO LEA.




 (c) by alfons rodríguez | Prohibido su uso. Do not use.
Alouel, de 28 años desnudó su cuerpo para que yo hiciera esta fotografía. Gracias Alouel.
********

La auxiliar de cabina del vuelo de UNHAS (United Nations Humanitarian Air Services) dice que está prohibido fotografiar desde el avión. Joder con las prohibiciones. Me relajo, pues, to be honest, tengo pasillo y como no fotografíe el letrerito de “fasten your seat bealt”, no se yo…
Wau. El norte y los Dinkas. Gogrial. El polvo y el ganado que son la esencia, el alma de este viejo y recién nacido país: Sudán del Sur.
Alouel tiene 28 años, pero parece que va a cumplir los 50, o más. Ella y sus cuatro hijos comen una vez al día, una fruta miserable, el tuk, que sus retoños más crecidos recolectan de entre la maleza. Ahora están en ello, por eso no les llego a conocer. La piel de Alouel es como la de un elefante. Hace un calor infernal.
Jervis tiene que mantener a 8 bocas. Pero no sabe como. Los vecinos les van echando algo al estómago. Cuando hay. Su mirada es de fracaso, de impotencia. La de sus hijos de confusión. De miedo tal vez.
Llego a una aldea y la gente sale corriendo. Me entero  que corre el rumor, infundado claro, de que los del norte van a venir a inyectar veneno en las venas de los del sur. Más miedo. El jefe de Akach me recibe a la sombra de un mango con 50 hombres y mujeres de su aldea. Siempre vemos al hombre blanco, me dice,  pasar muy rápido y muy alto, en el cielo. Hoy es un gran día, ya que uno de esos hombres blancos pisa la tierra que pisamos nosotros. Se ha preocupado por nuestro sufrimiento.
Me quedo de piedra. No sé si llorar o alucinar. Desesperanza y vergüenza. Orgullo.

Amadeo y unos cuantos miles más llevan meses viviendo de la estéril promesa del gobierno. Pero sin agua y sin comida. Sin escuela para sus hijos y sin asistencia sanitaria digna. Vinieron del norte para votar. Para crear un nuevo estado. Tal vez son sólo eso: votantes.
Ahora esperan en Wau. Comer es un lujo. Comer más de una vez al día es una utopía. Es lo que fue, no lo que es. Como el instituto alemán ocupado por el ejército durante la guerra que ahora los cobija. Los ecos de las aulas vacías se confunden con los de los vacíos estómagos.
Aquí los alimentos no caducan. Los atascos de tráfico no estresan. Si la peluquería no tiene hora libre, nadie maldice. No se estropea el aire acondicionado y no se cambia el colchón cada pocos años para cuidar la espalda. Por que no hay colchón. Ni aire acondicionado. El estrés viene con el hambre. Y cada uno se corta su pelo. O se rasca su barriga. Cada uno se lame su herida. Los alimentos no duran el  tiempo suficiente para caducar y si ya están caducados cuando llegan, son como una delicatessen.
Los pastores  trasladan sus vacas armados con kalashnikov, mirando siempre a los lados del camino. Entre pastores y guerreros. Siempre fue así. Pero las cabezas de ganado son la riqueza y el estatus social. No se deben comer, sino la única forma de conseguir otras cosas  se disipa entre el polvo que levantan las reses en el camino. La naturaleza humana y joven me recibe. Tersa y amable, pero distante. Aquí no hay bellos y frescos pastos entre montañas surcadas por riachuelos de agua cristalina. Se bebe un agua sucia que no se diferencia casi en nada de la poca leche que dan las bestias. Agujeros de 15 metros. Que llegan a las entrañas de las corrientes subterráneas y efímeras. Aquí no se puede abrir un grifo y que salga agua potable. No se malgasta, el líquido, mientras se afeitan. O se toman baños de sales.
Cuando amanece, la gente no piensa. Actúa. No se puede pensar con el estómago vacío. Hay que salir a buscarse el pan. O las hojas secas de los árboles. O las raíces terrosas que hervir en agua sucia. Y claro, aquí la duda no está en escoger restaurante. Si no en saber si hoy será un gran día. Si sobrevivirán o no.
Mientras tecleo estas líneas, observo la botella de agua mineral helada que tengo al lado, sobre la mesa. Cuando se acabe iré al frigorífico y abriré otra. El fin de mi sed está a apenas cinco pasos, calculo. Sólo cinco pasos. Agua fría y saludable. Cristalina. Ya está, así de fácil.
Cuando se acaben las botellas ya compraré otras.  En Dubek o en Abiyeitii, las cosas no son así. Allí el agua está lejos y la muerte cercana. No se pueden recorrer 10 kilómetros con el estómago vacío, amigos.
Compruebo que el agua de mi vaso se ha calentado con la elevada temperatura ambiente. Se que la voy a tirar y que lo llenaré con agua fresca. Beberé egoístamente.  Con esa decisión se esfuman las esperanzas que quedaban. Así que no lo puedo evitar. Espero que me disculpen pero lo tengo que decir: maldita sea su estampa, si, la de ustedes. La de todos. Y en especial la mía. Esa la primera.
Ya les avisé en el título.

Sudán del Sur, Wau a 20 de marzo de 2011.