w a l k o n e a r t h es el lugar donde desahogo mi conciencia y aplasto mis frustaciones. También lo hago en otros lugares, pero me pagan por ello...



lunes, 20 de septiembre de 2010

SINCERIDAD, ORGULLO Y CAUCIÓN


AUTOR DAVID R. PAHISSA

Hoy aparece una entrevista en El Periódico de Catalunya, realizada por la periodista Carme Escales, referida a mi profesión y a la inminente exposición que inauguro esta tarde.
Hasta aquí todo bien: se difunde tu trabajo, se denuncia una situación o unos hechos, que para eso curro, y se alimenta un poco más el ego y la vanidad profesional. Aunque estas entrevistas engordan pero no alimentan. Lo digo por experiencia (nótese aquí la sinceridad).
La conversación-entrevista que mantuve con la rigurosa Carme Escales (me gustó su forcejeo y su escepticismo para con la profesión de fotoperiodista, pues está fundado, sin duda), fue de lo más lucrativa espiritualmente hablando, aunque hoy voy a teclear sobre otra cosa.
Hablo del retrato que ilustra la entrevista (el mismo de este post): ¿alguien se ha fijado en quién firma la fotografía?. Efectivamente, muchos ya sabréis que ese tal David Rodríguez Pahissa es mi hijo, de 11 tacos de calendario en su haber (nótese aquí el orgullo). Esa foto la tomó con una de mis cámaras (acostumbro a dejárselas) en una vieja trinchera yanqui, huella de la guerra, que visitamos juntos en Vietnam.
Una fotografía que tal vez vean, o sólo miren, cientos de miles de personas en toda Catalunya hoy (si tenemos en cuenta el número de lectores de este diario) y que suponga uno de esos pasos que los padres damos, conscientes o no, a favor del futuro de nuestros hijos. Esos padres que muchas veces la cagamos y otras acertamos (aquí orgullo y sinceridad).
Pues, como iba tecleando, esa foto es el reflejo de lo que a mí me gustaría que mi hijo hiciera en la vida: fotoperiodista. Y mejor de lo que yo pudiera ni siquiera imaginar. Pero claro por encima de este deseo hay otras muchas cosas. Y más importantes (aquí comienza la caución).
Puede ser egoísmo el hecho de que un padre desee que su hijo se convierta en lo mismo que él fue. También puede ser la propia naturaleza humana y su instinto de perpetuar, evolucionar y mejorar. Pero nada de esto justifica algo que yo nunca haría: insistir en el futuro de David. Intentar que sea lo mejor posible si, pero sin pautas obligadas. Eso no.
A veces siento lo mismo cuando doy clases en talleres o en escuelas de fotografía, universidades, etc. ¿estoy seguro de lo que hago?. ¿Es honesto por mi parte transmitir el germen del fotoperiodismo a los jóvenes?. ¿Es bueno que los ilusione en una profesión confusa, precaria y con un continuo choque ético en la conciencia?. ¿Contemplar las desgracias ajenas, explicarlas y que luego te paguen por ello es moralmente aconsejable?.
Lo mejor es ser cauto. Y decir las verdades. Si mi hijo quiere hacer lo mismo que yo en la vida, que lo haga, pero que no diga que no le avisé. A él y a otros muchos.
En su caso, todavía no ha llegado el momento de la decisión, pero llegará. Y ahí estaré yo, haciéndolo lo mejor que pueda, echando un cable y aclarando unas cuantas cosillas: haz lo que creas y cree en lo que hagas. Lo mismo le diría a los que alguna vez confían en que algo bueno saldrá de compartir mi experiencia en algún taller o en alguna clase.
Hoy, he sido sincero con todo el que lea estas cuatro letras, me siento orgulloso del autor del retrato (no por la foto solamente) y he decidido que voy a ser cauto con el futuro de los demás. En mi caso la decisión ya está tomada y no hay vuelta atrás.

 




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