w a l k o n e a r t h es el lugar donde desahogo mi conciencia y aplasto mis frustaciones. También lo hago en otros lugares, pero me pagan por ello...



martes, 16 de noviembre de 2010

LA ALACENA HISTÓRICA: BERNARDÍ FORNALS Y SOBRAN LOS DEDOS.


(C)DE LAS IMAGENES ALFONS RODRÍGUEZ/PROHIBIDO SU USO/DO NOT USE.

Vuelvo a abrir la vieja carpeta de fotografías en papel baritado. Esta vez tiene algo de polvo de la última vez que hice obras en casa. Hay que ver. Los albañiles, esos chicos que son como la novia: ni contigo ni sin ti. Me bajo de las ramas, disculpen. Son mis ancestros primates.
Como decía, abro la alacena (ya la he abierto en otras ocasiones, si recuerdan) y saco esta foto. La escaneo a lo cutre pero manteniendo en la medida de lo posible lo que veo en el papel. Lo que se refleja en el papel. La instantánea la tome en Tailandia en 1988. Hace nada, más de 22 años. Todavía no se había invadido Kuwait y Bush papi ya campaba a sus anchas, ni había explotado el polvorín de los Balcanes, ni habían caído las gemelas. Digo las torres, no las vecinas. Aunque, faroles aparte, ellas no cayeron nunca, las vecinas digo. Alfonso Guerra hasta en la sopa, Javier Solana todavía no miraba a otro lado y silbaba. The Final countdown de Europe sonaba en el “radiokasete” o WhiteSnake decía aquello de Here I go again. Dubidubá. Mira que se pasaban horas en la pelu, sobre todo el vocalista de los WhiteSnake. Disculpen, me descuelgo de nuevo de las ramas. Mi lado orangután como les decía.
Decía (a ver si lo digo de una puta vez) que saco la afoto y la escaneo. En ella se ve a un padre, orgullosísimo de su rechoncho hijo a las puertas del Palacio Real de Bangkok. Lo protege del Lorenzo con un paraguas. Flashback: hago las maletas, me vuelvo “paspaña”. Revelo. Positivo (cubetas, líquidos, reservas, tal y tal). El progenitor mira a su hijo, el hijo mira alguna chati que pasaba por allí. El rudo brazo del padre enmarca la suave cara del niño y esta y el puño cerrado crean un interesante centro de atención en la imagen. Y yo, más contento que Sansón con melena cojo la foto y me voy a ver a Bernardí Fornals. El Grande. El olvidado.
La jodí. Bernardí me abre los ojos. Un paso atrás, sólo un paso atrás. Bastaba con un puñetero paso atrás y la foto hubiera sido mejor. O tal vez un paso palante, María. Y no hablo del Ricky Martin ese. El maestro me cuenta. Si hubiera hecho aparecer toda la mano del padre y la del niño sujetando el dedo pulgar de papá o si bien hubiera reducido el encuadre eliminando manos, la composición hubiera sido más limpia, la fotografía más equilibrada y exenta de elementos molestos e inacabados. Pa haberlo sabido, cachis.
Le debo mucho a Bernardí Fornals, aquel fotógrafo de barrio con reconocimiento de la Société Française de Photographie, fundada en 1854 y en la que se cuenta con apellidos como Cartier-Bresson o Daguerre. Fornals, que ya dejó esta bola de tierra, tenía en su haber cientos de premios y reconocimientos en fotografía y en aquella pequeña pero esencial tiendecita de fotografía que regentaba en Cornellà de Llobregat me infectó con el virus de la mirada a través de un visor. El fue mi primer profesor. Aquellos consejos de hace más de 20 años siguen hoy igual de vigentes. Era la esencia de este berenjenal. Mi evolución como fotógrafo y como fotoperiodista partió de aquel mostrador y aquella trastienda llena de cacharros, hoy inútiles pero ayer valiosos. Aquella ampliadora regalada y aquellos consejos fueron mano de santo. Joder, tengo un nudo en la garganta.
Un premio de fotografía un tanto humilde lleva en la actualidad el nombre de Bernardí Fornals. Su doctrina y erudición no me abandonaran jamás. Hoy podía haber borrado con Photoshop aquellos dedos que sobran o incluso podía haber aumentado la resolución de escaneo para después recortar la imagen y tirar a la papelera de reciclaje manos y dedos sobrantes. Y no se hubiera enterado ni Dios. O a Dios le hubiera importado un carajo. Pero no lo he hecho. Va por Fornals. Gracias.

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