w a l k o n e a r t h es el lugar donde desahogo mi conciencia y aplasto mis frustaciones. También lo hago en otros lugares, pero me pagan por ello...



domingo, 11 de marzo de 2012

CRÓNICAS FILIPINAS I: Ayer tuve mala suerte...


"2012" la película. A los habitantes de Tibasa, en Filipinas, se les ha hecho realidad.

(C)DE LAS IMAGENES ALFONS RODRÍGUEZ/PROHIBIDO SU USO/DO NOT USE.


El dilatado tiempo de vuelo entre Barcelona y Manila me sirve, entre otros menesteres, para darle vueltas a muchas cosas. Reflexiones trascendentales unas e irrelevantes otras. 
También me permite leer el libro de un colega con el que me marqué un curro hace poco. Fue en Guatemala y el colega se llama Arce, Alberto Arce. Su libro, Misrata Calling,  ha abierto mi mente a ciertas reflexiones, que tal vez comente en este blog en alguna ocasión futura y que seguro que comentaré con él cuando sea el momento. Y no es por quejarse -como me escribe Alberto en la particular dedicatoria de su libro- de una enfermedad crónica que nos acompañará hasta la hora de la siesta, pero esas reflexiones tienen que ver y mucho con esta puta profesión con que se nos ha bendecido y maldecido, al mismo tiempo, a algunos.
Si dejamos los prólogos para los libros y vamos directamente al grano –con pus en este caso- les diría que ayer empecé a trabajar en Mindanao. Les diría, además, que ayer tuve mala suerte.
Y les diré, efectivamente, que ayer tuve mala suerte. 
Porqué mala suerte es tener que ver lo que vi aunque yo lo haya escogido de ese modo. Un bonito paisaje, un bello emplazamiento tropical, rodeado de suaves colinas tapizadas de verde por el que discurre un tranquilo rio de aguas a simple vista transparentes y de las que, eso si,  hay que desconfiar. Un pacífico paraje en el que hace apenas diez semanas se levantaba un pueblo de unas 500 casas y 500 familias. He utilizado el pasado al conjugar el verbo levantar. Deliberadamente.
Una Tormenta tropical, la Washi, aquí conocida como Sendong, se llevó por delante el pueblo entero y a muchos de sus vecinos -en toda la zona 1.400 muertos- junto con sus historias de vida ahora archivadas en legajos sucios de fango con forma de plato roto,  botella vacia, sujetador rojo, cartera escolar de niño, camiseta de Superman, bota de agua cursi, la mitad de una letrina, cepillo de dientes y un largo etcétera de cosas por el estilo.



  Una niña sin escolarizar, en el campamento de desplados por el Sendong.  Dibuja, junto a un amigo la casa que perdió por la impasible crueldad de la tormenta.
© Foto Alfons Rodríguez

Un niño, con casi la edad de mi hijo y que se llama como yo rebusca, entre las tumbas de las ahogadas historias de vida, pequeños trozos de metal para revender. Es parco en palabras, pero es que allí y ahora hay poco que  decir. Basta con echar un vistazo superficial para  darse cuenta. En el barangay –pueblo- de Tibasak, así se llama lo que queda del enclave, se han acabado las palabras y en muchos casos la ilusión y la alegría.
Ahora sólo queda un páramo en el que la humedad ha hecho crecer las malas hierbas y en el que el fango se ha convertido en el manto que cubrirá para siempre la esperanza de muchos miles. Un amasijo de polvo, escombros, fango, restos de objetos íntimos  y miedo. Mucho miedo a la próxima vez que el cielo entero caiga de nuevo sobre aquellos que han sobrevivido. Para que nos entendamos: que llueva sobre mojado.

Me contaban unas vecinas que  la gente se subía desesperada a los árboles cuando el agua empezó a llegar al cuello, que los tejados volaban cual cometas al viento y que un perro negro salvó a una niña de 6 años para después morir exhausto en una orilla cualquiera. Una de esas vecinas, con lágrimas que no filmé ni fotografié, me decía que su hermano todavía no ha aparecido. Quise decirle “ni lo hará, señora, acéptelo, lo siento mucho...”, pero me faltó valor. Es uno de los 1.400.

Rebuscando, como perro hambriento pero con cámara fotográfica, por entre los restos para poder después explicar que triste y sórdido es aquello, encontré una casa enterrada en el fango. En una de sus habitaciones había un armario y en su estante un DVD de la película “2012”, un tostón catastrofista que explica como se acaba el mundo según los mayas, sin haberle preguntado a los mayas. A la entrada a la casa, cuyo dueño se llevó el agua, otro DVD semienterrado dejaba entrever la cara de Nicolas Cage. Es el disco de la película WTC, que narra los hechos del ataque terrorista a las Torres Gemelas de NYC. Todo desgracias, vaya. Unas de verdad, otras de mentira. Unas lejanas y otras de antes de ayer.
Lo que para unos es Hollywood y palomitas para otros es el final, terrorífico y real, de una existencia ya parca en alegrías por si misma.
Y mientras, el Aquino de turno envía kilitos de arroz - uno por semana y familia- para alimentar el desaliento y la desesperanza. Porque otra cosa ya les digo yo que no alimenta. Me cuentan otros lugareños que nadie a  venido a preguntar o a explicar nada y que aquello de “ya se lo harán, tú, a mi que me cuentas” parece ser aquí la muestra típica de solidaridad. Suerte a las ONG que vuelven a estar, una vez más, donde tienen que estar. Y esto es mi opinión, que conste. Aunque yo opino despues de ver, preguntar y  constatar. Eso si que lo tengo.




La gigantesca estructura de acero y hormigón armado de la bomba que suministraba agua  a toda la región se quebró como si fuera de papel por la fuerza del agua. Durante más de 2 semanas decenas de miles de personas no tuvieron agua corriente.
© Foto Alfons Rodríguez


Ya estoy hasta los mismísimos de ver una y otra vez lo mismo. Gobiernos del Aquino de turno que anuncian en las páginas de sus diarios de papel mojado como crece la economía, como se construyen carreteras y se levantan rascacielos que lo flipas. Coleguita.
Como se obtienen beneficios de la minería, como se ha cambiado la flota de vehículos de los ministros y como se edifican malls que parecen centrales de la NASA. Como muchos vejestorios adinerados, con pelucos de oro, salen de sus carísimos bólidos con veinteañeras tope fashion de pago y como los niños piden pasta en los semáforos. Joder. ¿Y qué pasa con la gente de Tibasak?. Que hay muchos Tibasak en el mundo y ningún gobierno se acuerda de ellos.

Sólo añadiré que Filipinas es el país más castigado del mundo por desastres naturales, entre volcanes, tifones, tsunamis, terremotos, tormentas tropicales y toda esa mandanga. Son 7.107 islas que no han escogido estar donde están y que la Tierra no la ha inventado ni diseñado nadie. Es así y su metabolismo geológico devora lo que se le cruza en el camino. Tampoco han escogido vivir allí los filipinos que lo hacen. Tal vez no puedan irse, no tienen esa suerte.  Y, además, es que es su tierra y punto.
Por ello y ya que aguantan, nunca mejor dicho, el chaparrón día si y día también, que costaría ser un poco más solidario, rápido y resolutivo, se lo digo a usted, -que sé que no me oye pero que  tampoco me escucharía si lo hiciera- Señor Benigno Aquino. Haga honor a su nombre y acuérdese de los vecinos de Cagayan de Oro y de Iligan. Que usted tiene paraguas, pero ellos no pueden ni siquiera  comprarlo. 
Al fin y al cabo es una cuestión de ricos y pobres. Como casi siempre.



 

9 comentarios:

  1. Hoy he tenido buena suerte... por leer cosas como ésta. Con lo difícil que debe ser contar de manera tan maravillosa cosas como ésta. Gracias por ver, preguntar y constatar. Y por la bofetada en la cara que necesitamos nos den de vez en cuando. Imagino tu impotencia... y sólo deseo que se muera de una vez tu mala suerte.

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  2. Gracias Martina, pero si estás atenta en breve la cosa irá a peor...en fin.
    Abrazo desde Mindanao.

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  3. Robert, amic...
    Ja saps. Una forta abraçada i gràcies!!

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  4. Muy grande lo escrito -denunciado-, a la vez que impotente y desolador.
    Hay que seguir, tú y ellos. Ánimos.

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  5. Que cerca de pensamiento estamos y cuanta lejanía nos separa! absorbe lo máximo para contar pero también para valorar a tu vuelta lo "afortunado" que eres.

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  6. David, la distancia une.
    Y si soy afortunado. Con lo que nos rodea...

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  7. Ángel López Soto13 de marzo de 2012, 15:37

    No sé si el tiempo te lo permitirá... hay dos lugares en Manila para no perderse: Smokey Mountain y la gente que vive de, por y en la basura y el Cementerio Norte con sus falimias viviendo allí dentro (¿recuerdas el artículo que publicamos en GEA - http://geaphotowords.com/blog/?p=4150 -?

    Anyway, son datos que quizás puedas aprovechar si te cuadra.

    Yo estuve allí hace más de 15 años...

    Un abrazo culé.

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  8. Si, Ángel, estuve en las Smoky MOuntains en el 99...tremedo sitio. No se podía no respirar y recuerdo que aspiraba el humo de los camiones que hacen cola para entrar para evitar vomitar...lo del cementerio, voy a ver si averiguo algo...
    abrazo
    5 como soles de grandes...!!

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