w a l k o n e a r t h es el lugar donde desahogo mi conciencia y aplasto mis frustaciones. También lo hago en otros lugares, pero me pagan por ello...



viernes, 3 de agosto de 2012

¿Conseguir la foto o salvar una vida?


© Foto Santiago Lyon/ Fundación Miguel Gil Moreno


Parte I.

¿Conseguir la foto o salvar una vida?

Con esta pregunta-titular comenzaba un amplio reportaje publicado hace más de 10 años en uno de los periódicos nacionales más importantes de nuestro país.
Conservaba el recorte,  con el papel ya amarillento, en una vieja y polvorienta caja de mi archivo. El otro día, filtrando recuerdos, limpiando mi historia y dejando hueco para la parte de existencia que se avecina -si tengo suerte-, lo encontré, bien doblado, al final del legajo en que se convierte cualquier vida pasada.
Fue un reencuentro triste, cargado de melancólica agonía, no sólo por el contenido del reportaje si no por  la emoción que recuerdo  me produjo su lectura y la excitación pasional que me inyectó. Hoy, tras tantos años viendo  lo peor de este mundo, mis sensaciones poco tienen que ver con aquellas. Me explico, o lo intento.

Era un reportaje sobre libros de temática reporteril. Libros que hablan del oficio, escritos por los propios reporteros. Hablando de ellos mismos o en ocasiones de compañeros de profesión. La página que abría llevaba una imagen a buen tamaño -18,3x27,5 cm –. Una fotografía de Santiago Lyon, captada en 1998, en la que se veía a Miguel Gil junto a un guerrillero albano kosovar en Pastina, los dos junto a Lyon escapando de los disparos. El guerrillero  con fusil en ristre, Gil con su cámara en pleno curro. Muchos la habréis visto. Imagino a Lyon, el autor de la foto, a escasa distancia, encuadrando, enfocando y casi sin componer – a la mierda con la composición- creando una foto épica, pegándole un mordisco a la realidad y escupiéndolo después en los medios de comunicación. Pero sobre todo guardándoselo  en el particular cajón de su pasada existencia. Miguel Gil, “chupao”, blanco de piel, el gafitas  con dos huevos. Uno de los que me empujó por la ventana. Esa ventana por la que se lanzan o son empujados – como el paracaidista en su primer salto- los que nos decidimos por esta amada y odiada profesión. Miguel Gil, el grande.
Paso la página y  a la izquierda aparece una columna de opinión de Llàtzer Moix. La leo otra vez, una década después de ser escrita. El señor Moix comienza su columna con el siguiente párrafo: “El buen reportero es un infrecuente cruce de hombre de acción, estudioso y buen ciudadano.” La frase tiene sus verdades, pero incompletas. Decía Kapuscinski que la verdad está siempre tras un campo  minado. Y si alguien la quiere hay que apretarse y cruzarlo, añadiría yo. Más razón que un santo la del maestro de reporteros.
Con permiso de Moix, y como complemento a su frase, yo añadiría que a la acción, el estudio y la bondad cívica hay que añadir la paciencia. La única virtud que  nos permite aguantar tanta mierda en espera de un mundo mejor.  La única que nos permite soportar nuestras precarias condiciones profesionales, nuestros sueldos de guasa y nuestro incierto futuro. Sin duda es la paciencia, a estas alturas, y no la pasión por nuestro oficio lo que nos hace resistir en este agujero. No hay sacrificio, estamos aquí por que queremos. Por cojones. Por que no sabemos o queremos hacer otra cosa en la vida. Valor, cultura y civismo concluye el autor. Los ingredientes básicos del buen reportero. Un ideal que con total seguridad no se cumple casi nunca.

Continuará…

1 comentario:

  1. Yo añadiría a este escrito la frase que siempre dice el Gran maestro Meneses; “esta profesión es para supervivientes”. Te digo una cosa Alfons, estamos así por nuestra propia avaricia. Si fuéramos todos tan buenos ciudadano como dice el amigo Moix, otro gallo nos cantaría . Estamos en esta cueva porque solitos nos hemos metido. Y desde luego, o nos sacamos nosotros del agujero o no nos saca nadie. Pienso que dentro de poco ya no te hará falta ir al antiguo Alto Volta para ver como el arroz está a precio de oro o vicebersa. Ya hay aquí un montón de reporteros que curran por casi un plato de arroz.

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